Después de décadas de observaciones y una visita de la sonda Voyager 2
de la NASA, el planeta Urano aún mantenía un secreto esencial: la
composición de sus nubes. Ahora, uno de los componentes clave de las
nubes del planeta ha sido verificado finalmente.
El equipo internacional de Glenn Orton, del Laboratorio de Propulsión
a Chorro (JPL) de la NASA, en Pasadena, California, Estados Unidos, y
Patrick Irwin, de la Universidad de Oxford en el Reino Unido, ha
diseccionado espectroscópicamente la luz infrarroja procedente de Urano
captada por el telescopio Gemini Norte de Hawái. De este modo, han
hallado sulfuro de hidrógeno, un gas pestilente que repele a casi
cualquier persona, en las nubes superiores de Urano. El sulfuro de
hidrógeno es el gas que proporciona a los huevos podridos su hedor
característico.
De todos modos, si un humano desafortunado cayera alguna vez a través
de las nubes de Urano, la pestilencia sería lo que menos le
preocuparía, tal como enfatiza Irwin. La asfixia por falta de aire
respirable y la exposición a una atmósfera con una temperatura de 200
grados centígrados bajo cero, le pasarían factura mucho antes que el
olor.
La detección del sulfuro de hidrógeno a gran altitud en la cubierta
nubosa de Urano, y la gran probabilidad de que dicha sustancia también
esté presente en las nubes del planeta Neptuno, marcan una destacada
diferencia de estos dos mundos con respecto a los dos planetas gaseosos
más grandes del sistema solar, ubicados más cerca del Sol (Júpiter y
Saturno). En estos dos gigantes se observa amoniaco por encima de las
nubes, pero no sulfuro de hidrógeno. Estas diferencias en la composición
atmosférica van a aportar nuevos y reveladores datos que ayudarán a
resolver enigmas sobre la formación y la historia de los planetas.
NCYT
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