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» » » » El parpadeo de Hawking: el mundo terminará con hielo o fuego

El físico Enrique Arribas se transmuta en Stephen Hawking a través de este artículo en el que repasa las principales teorías del célebre científico británico con motivo de su reciente cumpleaños

 


Me costó despertarme esa fría mañana de enero, pero al final pude lograrlo. Cada día me resulta más difícil hacerlo. Cuando uno de mis doctorandos me estaba llevando por uno de los patios más soleados de la Universidad de Cambridge hacia el Departamento de Matemática Aplicada y Física Teórica tuve una agradable sorpresa. Una antigua alumna, que está haciendo el Doctorado en Física en el Instituto Isaac Newton, se ha acercado a mi silla de ruedas y me ha saludado. He notado perfectamente su mano caliente sobre la mía porque su radiación infrarroja ha penetrado levemente en la epidermis de mi mano. A causa de mi esclerosis lateral amiotrófica, mis extremidades están casi siempre frías, sobre todo las manos y los pies.

Recuerdo a Sharon Whiterspoon, una joven de cabello pelirrojo y manos blancas. Me envió un correo hace unos meses. Decía muy educadamente que en el artículo que me habían publicado en la prestigiosa revista Cosmological Letters (era una de las revistas mejor clasificada en el campo de la Cosmología, lo que en la jerga de los físicos se llama una revista del primer cuartil, una Q1), ella creía que había un pequeño error en el cálculo del Radio de Schwarzschild de un agujero negro y en la radiación de partículas subatómicas que emite hasta que se evapora.

Nunca hay que desoír los comentarios de los jóvenes, por lo que repetí los cálculos, sobre todo las integrales en nueve dimensiones necesarias para obtener dicho radio. Tardé casi dos días, pero ella tenía razón, me había comido un 2, ese maldito 2 que siempre aparece al considerar el espín de los fermiones. Lo había pasado por alto y no era la primera vez. Publiqué con ella un Comment en la misma revista y desde entonces todos los 8 de enero Sharon me envía una rosa roja por mi cumpleaños. Ella sabe que me encantan desde que las descubrí hace años en Xochimilco, la Venecia mexicana, cuando me invitaron a dar una charla sobre Cosmología en la ciudad de México y mis colegas del Instituto Politécnico Nacional (IPN) me llevaron allí, después de ver el Museo de Frida Kahlo, en el barrio de Coyoacán. ¡Cuántas coincidencias entre Frida y yo!

Con el olfato que me ha caracterizado casi siempre, predigo que Sharon será galardonada con el Premio Nobel de Física dentro de 25 o 30 años por sus estudios sobre la materia oscura y los agujeros de gusano, que han sido una de mis grandes contribuciones a la Física; pero ella las está enriqueciendo, como cuando logramos deducir que la temperatura de un agujero negro es inversamente proporcional a su masa. Se me ocurrió el concepto de agujero de gusano, siguiendo la idea del físico austríaco Ludwig Flamm, mientras uno de mis hijos comía una manzana y en un bocado vio medio gusano en la manzana. Tengo que reconocer que el término agujero negro no es mío, se le ocurrió al físico americano John Wheeler en 1967. A mí ese nombre me pareció apropiado e incluso sugerente.

Estos agujeros tan especiales podrían permitirnos algún día unir unos universos con otros. Serían como atajos a través de los que podríamos conectar puntos espacio temporales diferentes. Nos permitirían viajar al pasado y al futuro, se comportan como si fueran periscopios que nos dan la posibilidad de asomarnos al otro lado. La dimensión temporal la podríamos recorrer como si fuera un pasillo, hacia delante y hacia detrás. El pasado podría ser un cañón y el futuro una montaña.

En contra de las posibilidades de Sharon juega que todo lo que se deduce de la gran Teoría General de la Relatividad de Albert Einstein es muy complicado -por no decir imposible- de comprobar experimentalmente. Cuando los telescopios que tenemos en órbita empiecen a mandarnos una cantidad ingente de datos de lo que “ven”, la cosa puede cambiar. También tengo la seguridad de que yo moriré sin recibir este codiciado Premio porque lo que yo hago no podrá demostrarse mientras yo esté vivo. Y los Premios Nobel no pueden concederse a los fallecidos. No temo a la muerte, soy un viejo físico y sólo temo al tiempo. No lo recibiré y, sin embargo, lo merezco. Lo merezco con toda seguridad y certeza. De repente me he entristecido, pero este desazonador pensamiento con un parpadeo lo borro.

Al contrario de lo que piensa mucha gente, mi postración me ha permitido avanzar en el campo de la Ciencia. He disfrutado mucho estando solo, solo con mi silla de ruedas y mis pensamientos; aunque tengo que reconocer que eso me ha alejado de la segunda cosa que más me gustaba, y todavía me gusta, las mujeres inteligentes. Como no he podido elegir, tampoco lo lamento, es verdad que lo echo de menos, pero no lo lamento. He disfrutado lo que he podido, mucho o poco depende de con qué lo compare, y estoy empezando a olvidarlo. Aunque algunas noches antes de dormir mi cerebro se entretiene un rato rebuscando esos recuerdos; pero el sueño le vence y la oscuridad me permite descansar cerca de cuatro horas diarias.

Estoy deseando que acabe mi fiesta de cumpleaños porque no puedo usar mi cerebro al cien por cien. Mientras yo sea el halagado necesito aparentar amabilidad con las personas que se me acercan. Debo dedicarles parte de mi hemisferio izquierdo para mirarles, para no ser descortés. Mientras tanto, mi hemisferio derecho hace cálculos; pero el exceso de luz molesta a mis debilitados ojos, me gustaría ponerme las gafas de sol que compré en mi última visita a Valencia, pero lo cierto es que no sé dónde están. Cuando me suban al coche ya podré concentrarme en un problema que nos ha consumido a muchos físicos durante mucho tiempo. Quiero intentar comprender y describir cómo evoluciona el Universo, quiero saber si va a continuar en expansión, después de su gran explosión, o bien se va a frenar y empezar a contraerse. Me urge saber si dios es necesario; no si existe, sólo si es necesario. Según el poeta Robert Frost, algunos dicen que el mundo terminará con fuego, otros dicen que con hielo. Tengo que volver a concentrarme para pensar sobre estos conceptos.

Como decía Albert, “si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”. Por eso estoy pensando en una variante de los agujeros gusano que puedan tener un doble disco de acreción toroidal; pero todavía no sé cómo denominarlos. Creo que estaría bien llamarles agujeros… ¿Spoon? Lo pensaré un poco más. No quiero que ella sepa lo que yo sé.


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