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» » » » La Voyager 1 cruza la última frontera del Sistema Solar

  • Por primera vez en la historia, una nave humana se adentra en el espacio interestelar

     



    Hace apenas unos días y tras más de un año de intensos cálculos y debates, la NASA anunciaba por fin oficialmente que, por primera vez en la historia de la exploración espacial, una nave humana había conseguido salir del Sistema Solar para adentrarse en el oscuro espacio interestelar. La nave era la Voyager 1 y la fecha del acontecimiento el 25 de agosto de 2012. El histórico anuncio no se llevó a cabo antes porque los expertos de la agencia espacial norteamericana querían estar completamente seguros de los datos antes de darlos a conocer. Cosa que hicieron en un artículo publicado en la prestigiosa revista Science.

    De esta forma, la hazaña de la Voyager 1 pasaba a engrosar la lista de hitos de la exploración humana, junto a la primera circunnavegación de la Tierra llevada a cabo por Magallanes, la primera aproximación a un planeta, lograda cuando la Mariner 2 se acercó a Venus en 1962, o el primer paso dado por Armstrong en la Luna.

    En estos momentos, la Voyager 1, que fue lanzada en 1977, se encuentra a cerca de 18.200 millones de km. de distancia, o lo que es lo mismo, a 122 Unidades Astronómicas (UA), del Sol (una UA es la distancia a la que se encuentra la Tierra del astro rey, unos 150 millones de km.). Y se sigue alejando de nosotros a razón de 3,5 UA (o 525 millones de km.) al año, lo que equivale a una velocidad de 17 km. por segundo. Un dato que, por cierto, convierte a la Voyager 1 en una de las naves más veloces nunca lanzadas al espacio.

    Por supuesto, esa velocidad no se debe a la acción directa de sus propulsores, sino al impulso que, tras 36 años de viaje, ha ido cogiendo a su paso por varios de los planetas de nuestro Sistema Solar.

    Hasta 2025

    Se estima que la Voyager 1 podrá seguir en contacto con la Tierra hasta el año 2025, momento en que sus generadores termonucleares de plutonio 238 se agoten por completo. Después, muda y ciega para siempre, la nave continuará su viaje a través del espacio sin que jamás volvamos a saber de ella.

    La situación exacta de la nave ha sido objeto de arduas discusiones durante el último año. Y es que los astrónomos no lograban ponerse de acuerdo acerca de si la Voyager 1 ya se había adentrado en el espacio interestelar o si, por el contrario, se mantenía aún dentro de la heliosfera, la burbuja invisible de partículas cargadas que emite el Sol en todas direcciones y que envuelve por completo nuestro sistema planetario.

    «Hemos sido cautelosos porque estamos tratando con uno de los hitos más importantes en la historia de la exploración espacial», afirmaba hace unos días el científico del proyecto Voyager Ed Stone, del Instituto de Tecnología de California en Pasadena. «Lo que ocurre es que ahora tenemos los datos y el análisis que necesitábamos». En concreto, el equipo necesitaba más información sobre la naturaleza del plasma, el gas ionizado más denso y lento entre todas las partículas cargadas que hay en el espacio y a través del cual la nave se desplaza en la actualidad.

    El tipo de plasma que tiene la Voyager 1 a su alrededor es, en efecto, el elemento más importante para distinguir si la Voyager 1 está dentro de la burbuja solar, la heliosfera, que se infla por el plasma que fluye hacia el exterior desde el Sol, o en el espacio interestelar y rodeada del material eyectado hace millones de años por la explosión de estrellas gigantes cercanas . Ambos tipos de plasma, el solar y el «estelar», poseen características muy diferentes.

    El problema es que los científicos no sabían cómo detectar y medir ese plasma e interpretar los datos. Hay que tener en cuenta que la Voyager 1 se encuentra a más de 18.200 millones de kilómetros de distancia de nuestro Sol. En palabras de Stone, «nadie ha estado en el espacio interestelar antes, y es como viajar con guías incompletas».

    Para colmo, el instrumento de la sonda capaz de medir directamente la densidad, temperatura y velocidad del plasma había dejado de funcionar en 1980, justo después de su último sobrevuelo planetario. Así que los investigadores tuvieron que buscar otros métodos para conocer sus características y determinar si la nave había salido, o no, de la heliosfera.

    La oportunidad para saber si el plasma que rodeaba la nave procedía o no del Sol la proporcionó una erupción solar ocurrida en marzo de 2012 y que tardó 13 largos meses en llegar hasta la Voyager 1. Pero cuando lo hizo, en abril de este año, esa nube de material eyectada por el Sol hizo vibrar el plasma alrededor de la nave. Y la Voyager 1 consiguió «escuchar» esas vibraciones.

    Era justo lo que la NASA estaba esperando, ya que las oscilaciones del plasma solo pueden ser escuchadas por una nave que se encuentre rodeada de plasma interestelar, cuarenta veces más denso que el plasma de origen solar que hay en las regiones más externas de la heliosfera. De no ser por esa erupción solar, los científicos estarían aún buscando la forma de medir el plasma que rodea la nave, y no sabrían aún si ésta se encuentra dentro o fuera de los dominios del Sol.

    18.000 millones de kilómetros

    A pesar de haber recorrido más distancia que cualquier otra nave construida por el hombre y de haber logrado un hito histórico, es necesario recordar que, en términos astronómicos, la Voyager 1 apenas si se ha alejado de la Tierra. Baste recordar que la estrella más cercana al Sol, Alfa Centauro, se encuentra a cuatro años luz de distancia, que el centro de nuestra galaxia (nuestro hogar en el espacio) está a 26.000 años luz y que la galaxia más próxima a nosotros, Andrómeda, se encuentra a dos millones de años luz. Al lado de estas cifras, los más de 18.000 millones de km. recorridos por la Voyager 1 apenas si suponen 16,2 horas luz.

    En la actualidad, la Voyager 1 escapa del Sistema Solar a una velocidad de 17 km. por segundo, abandonando el plano de la eclíptica por el norte y en dirección a la constelación de Ophiuchus. En el año 40.272 (es decir, dentro de 38.259 años) la Voyager aún no habrá alcanzado ninguna otra estrella y se encontrará a cerca de 1,7 años luz (unos seis billones de km.) de un oscuro astro en la constelación de la Osa Menor. Una estrella aún sin nombre y que se conoce como AC+79 3888.
     
     
     
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