Alguno de los planetas que van descubriéndose a gran ritmo desde hace unos años podría albergar vida, e incluso seres inteligentes con tecnología avanzada. En las hipótesis sobre qué características podrían tener las civilizaciones alienígenas se viene empleando desde hace varias décadas una escala basada en la cantidad de energía que los habitantes de un planeta serían capaces de aprovechar. Esa escala es la de Kardashev. Su nombre deriva del de Nikolai Kardashev (Nikolái Kardashov), astrofísico ruso que comenzó a hacerse famoso en la década de 1960 por sus investigaciones pioneras sobre búsqueda de señales inteligentes extraterrestres. La escala utiliza el uso de energía como indicador clave del grado de progreso tecnológico de una civilización, y clasifica a las hipotéticas civilizaciones del universo en una de tres categorías:
Una civilización de Tipo 1, todavía un objetivo distante para la Tierra, utiliza toda la energía que llega a su planeta procedente de su estrella anfitriona (en nuestro caso, el Sol).
Una civilización de Tipo 2 es capaz de usar toda la energía emitida por su estrella y sistema planetario.
Una civilización superavanzada, de Tipo 3, es capaz de aprovechar toda la energía de su galaxia.
Una civilización de Tipo 1, todavía un objetivo distante para la Tierra, utiliza toda la energía que llega a su planeta procedente de su estrella anfitriona (en nuestro caso, el Sol).
Una civilización de Tipo 2 es capaz de usar toda la energía emitida por su estrella y sistema planetario.
Una civilización superavanzada, de Tipo 3, es capaz de aprovechar toda la energía de su galaxia.
Ilustración del aspecto que podría tener
un planeta de Clase V según el nuevo sistema de clasificación de Adam
Frank. (Imagen: University Illustration / Michael Osadciw)
La escala de Kardashev se ha mantenido durante décadas como un sistema de clasificación o patrón estándar a la hora de especular sobre “exocivilizaciones”. No tiene en cuenta, sin embargo, cómo una civilización afecta a su vez a su planeta cuando recolecta y usa energía.
Esa omisión es cada vez más significativa dado que, en el medio siglo desde que Kardashev propuso su sistema de clasificación, se han ido acumulando pruebas de que nuestra civilización industrial, con un gasto intensivo de energía, está afectando a nuestro planeta.
Dados esos efectos, ¿pueden los planetas y las civilizaciones coexistir a largo plazo? Y si es así, ¿cómo?
A fin de responder a estas preguntas, el equipo de Adam Frank, profesor de física y astronomía en la Universidad de Rochester en Estados Unidos, ha diseñado una nueva forma de clasificación de civilizaciones por su grado de progreso tecnológico. En el nuevo sistema los criterios de catalogación se basan en la idea de que una civilización debe alcanzar un consumo sostenible de recursos y lograr que su influencia sobre el medio ambiente no sea negativa. Dicho de otro modo, no importa tanto cuánta energía consume una civilización sino de qué manera lo hace.
Con esta nueva escala, los investigadores determinaron que, para poder sobrevivir a largo plazo, una civilización debe aprender a hacer un uso sostenible de energía, o se arriesga a su desaparición.
El nuevo sistema de clasificación sobre la presencia de vida inteligente y el uso de energía por esta consta de cinco niveles:
Clase I: Planetas sin atmósfera. La capacidad del planeta para cambiar y evolucionar hasta un ambiente que permita la vida está severamente limitada. Ejemplo: la Luna.
Clase II: Planetas con atmósferas pero sin formas de vida. Ejemplos: Venus y Marte.
Clase III: Planetas con una delgada biosfera que podría sostener cierta actividad biológica, pero esto no afecta al planeta como un todo. No existen actualmente ejemplos de planetas de Clase III. Sin embargo, hace 2.500 millones de años, la Tierra, antes de que ciertas formas de vida enriquecieran con oxígeno su atmósfera, debió ser un mundo de esta clase.
Clase IV: Planetas con una espesa biosfera afectando fuertemente al flujo de energía. Ejemplo: la Tierra hoy en día.
Clase V: Planetas en los cuales una especie tecnológica con un uso intensivo de energía establece una forma sostenible de cooperación con la biosfera que incrementa la productividad de ambas. En estos planetas la civilización mejora la capacidad de la biosfera de innovar y evolucionar.
Según lo hallado por los investigadores, la Tierra podría alcanzar la Clase V en el futuro si la humanidad consigue avanzar hasta recolectar energía en formas como la solar, que no dañan la biosfera.
Aunque los investigadores no concluyen que existan actualmente civilizaciones extraterrestres avanzadas en nuestra galaxia, trabajos anteriores de Frank sugieren que es probable que estas hayan existido en algún momento de la historia cósmica.
¿Y qué aspecto podría tener un planeta de Clase V? Frank expone varias posibilidades. En el caso de la Tierra, por ejemplo, habría que convertir en “verdes” masas terrestres desérticas grandes, como el Sahara, en las que habría que encontrar modos de plantar árboles que absorberían el carbono y liberarían oxígeno; o se podrían crear árboles modificados genéticamente con hojas fotovoltaicas que convirtiesen la energía del Sol en electricidad.
NCYT
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