En la madrugada del 24 de diciembre de 1858 un aerolito cruzó la
atmósfera en la localidad murciana de Molina de Segura (España)
produciendo un gran ruido y un temblor similar a un terremoto. Unos días
después un labrador encontró el meteorito más grande caído en España,
del que existe una excelente documentación en el Archivo del Museo
Nacional de Ciencias Naturales (CSIC). Esta magnífica pieza se exhibe en
la Sala de Meteoritos del Museo.
Meteorito de Molina de Segura. (Foto: MNCN)
Las civilizaciones antiguas creían que los meteoritos eran portadores
de mensajes de los dioses. En algunos casos fueron considerados objetos
religiosos, preservándolos en iglesias, monasterios y santuarios. Pero
también, los meteoritos metálicos fueron empleados para hacer distintos
tipos de utensilios y herramientas; para acuñar monedas; para fabricar
armas como hachas, puntas de lanza y arpones.
A pesar de las numerosas evidencias de caídas de piedras y fragmentos
de metal del cielo, los científicos no admitían que los meteoritos
procediesen del espacio. Un pionero del estudio de los meteoritos fue el
físico Ernst Florens Friedrich Chladni (1756-1827), que examinó
numerosos documentos sobre caídas de meteoritos en todo el mundo y
desarrolló una teoría según la cual las piedras y trozos de metal que
caían del cielo provenían de cuerpos en el espacio, en órbita alrededor
del Sol. Sin embargo, sólo después de que Jean Baptiste Biot (1774-1862)
investigase la lluvia de meteoritos que aconteció en la localidad
francesa de L´Aigle en 1803, se aceptó su origen extraterrestre.
Desde que se desprenden de sus cuerpos progenitores tras formidables
colisiones, los aerolitos -para ser meteoritos tienen que tocar la
tierra- suelen pasar varias decenas de millones de años en el espacio
interestelar. Se estima que cada día llegan a la Tierra en torno a
100.000 toneladas de material extraterrestre, desde partículas de pocas
decenas de micras hasta grandes rocas procedentes de asteroides, cometas
o planetas, que producen espectaculares bolas de fuego, denominadas
bólidos. La mayoría de partículas que alcanzan la atmósfera se
desintegran antes de tocar el suelo y de todo este material apenas se
recupera un 1% ya que la gran mayoría caen en los océanos o en zonas
despobladas.
La mayoría de los meteoritos son más antiguos que las rocas más
viejas de la Tierra. Estas rocas, que acumulan 4.000 millones años de
historia, se han visto alteradas por la acción de la lluvia, el viento y
los movimientos de la corteza terrestre. No ocurre así con los
asteroides de donde proceden la mayoría de los meteoritos que apenas han
cambiado desde su formación, por lo que contienen fragmentos
primigenios de la historia del Sistema Solar. Su estudio aporta claves
importantes para comprender el origen y la edad del Sistema Solar, la
síntesis de compuestos orgánicos, el origen de la vida o la presencia de
agua en la Tierra.
El meteorito de Molina de Segura es una condrita, es decir un
meteorito no diferenciado que no ha sufrido fusión tras su formación
hace unos 4.555 millones de años. Originalmente fue clasificado como una
L condrita debido a un error en el etiquetado de la colección del
American Museum of Natural History de Nueva York, pero es una H5
condrita e incluye plagioclasa, troilita y cromita. "Molina" es el
nombre oficial de la pieza en la Meteoritical Bulletin Database.
Este meteorito está magníficamente documentado gracias al informe
encargado por Rafael Martínez Fortún, propietario de la finca donde
cayó. Esta documentación detalla las circunstancias que acompañaron y
precedieron a su caída, así como información relativa a su forma y peso,
obtenida a partir de las declaraciones de diferentes testigos ante el
juez.
Los testigos relataron que aquella madrugada la atmósfera se hallaba
completamente despejada y la luna brillaba en su plenitud, cuando de
repente un gran ruido seguido de un magnífico globo de fuego con los
colores del arco iris oscureció la luz de la luna y descendió pasando a
poca distancia de la torre de la catedral, recorriendo unas tres leguas
para ir a caer en un bancal de la hacienda del Sr. Martínez Fortún. En
el momento del impacto se produjo una sacudida y una vibración en la
tierra que pudo sentirse en la ciudad y que despertó a muchas personas
que se hallaban durmiendo.
A los cuatro o seis días del suceso, el labrador que cultivaba esa
hacienda encontró un gran hoyo y la tierra removida en un campo de
cebada, sin ninguna otra huella o rastro de personas ni animales. Más
tarde, cuando cosechaban la cebada, otro segador encontró una piedra
rectangular de color negruzco y un peso enorme en relación a su volumen.
El informe habla de una figura casi cuadrangular de relieve irregular,
con pequeños salientes y concavidades, de color negruzco ferruginoso y
con un brillo que indica que no había estado adherida a ningún otro
cuerpo. Su peso ascendía a diez arrobas, ocho libras y dos onzas
castellanas.
Cuando Martínez Fortún descubrió que se trataba de un aerolito
decidió remitirlo al Museo de Historia Natural -el MNCN actual- para
ponerlo a disposición de los hombres de ciencia. Finalmente, en 1863 la
reina Isabel II aceptó su donación al Museo. Tres años más tarde, el
meteorito se exhibió en la Exposición Universal de París de 1867.
En los museos de historia natural es habitual el intercambio de
especímenes o piezas ya que así pueden incrementar y mejorar sus
colecciones. En el caso de los meteoritos, lo que se hace es cortar
cuidadosamente el meteorito en secciones, en ocasiones sólo es posible
extraer láminas muy finas, para su intercambio o estudio. En el Archivo
del MNCN se conserva una nota manuscrita del geólogo Lucas Fernández
Navarro, fechada en 1922, donde indica que se cortaron varios trozos del
meteorito, que entonces pesaba 117 kg, que sumaban 3.270 gramos y
proporcionaban material de cambios abundante y apreciado, ya que se
trataba de la joya de la colección.
Actualmente hay ejemplares de este meteorito en Chicago, Washington,
París, Viena, Berlín, Londres y el Vaticano, aunque el más grande (112,5
kg.) sólo puede verse en el Museo.
MNCN/DICYT


No hay comentarios