Tarde o temprano, en alguna de las futuras misiones espaciales
enviadas al sistema de Júpiter habrá que perforar el hielo en su luna
Europa, actualmente la más intrigante de todas las del planeta gigante.
Pero perforar kilómetros de hielo no es en absoluto una tarea fácil,
sobre todo por la dificultad o imposibilidad de enviar a ese mundo
equipamiento pesado. Un ingeniero de la NASA tiene una interesante idea
al respecto y ya trabaja en ella.
Cada vez hay más interés en Europa, una
luna de Júpiter dotada, según todos los indicios, de un océano de agua
líquida bajo su gruesa corteza de hielo. En dicho mar podría haber vida.
(Imagen: NASA/JPL-Caltech)
Brian Wilcox, del Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL) de la
NASA, en Pasadena, California, Estados Unidos, es el autor del diseño de
un prototipo inspirado en dispositivos de perforación de hielo
empleados aquí en la Tierra desde finales de la década de 1960 para
atravesar capas de nieve y el hielo, fundiéndolos, y permitir así
explorar las regiones situadas debajo.
El problema es que estos dispositivos utilizan calor de forma
ineficiente. En su punto más delgado, la corteza de Europa podría
fácilmente tener entre 10 y 20 kilómetros de profundidad; una sonda que
no pudiera gestionar con la suficiente eficiencia su energía se
enfriaría hasta quedar detenida en el hielo.
Wilcox propuso una idea diferente e innovadora: una cápsula aislada
por un vacío, de manera parecida a cómo se aísla la botella interna de
un termo. En vez de radiar el calor hacia fuera, retendría la energía
procedente de una fuente de calor, en este caso un trozo de plutonio, a
medida que la sonda se hundiera en el hielo.
Una hoja de sierra giratoria en el fondo de la sonda giraría
lentamente y cortaría a través del hielo. Al hacerlo, enviaría los
trocitos de hielo hacia atrás, hacia el cuerpo de la sonda, donde se
fundirían por el calor del plutonio, y el agua resultante se bombearía
hacia la zona trasera.
Retirar los trocitos de hielo aseguraría que la sonda subterránea
perforara de forma continua a través de él, sin bloqueos. También sería
factible tomar muestras del agua del hielo y analizarlas en busca de
señales biológicas.
Para asegurar que ningún microbio terrestre fuera llevado al subsuelo
de Europa, la sonda de descenso subterráneo (o al menos aquellas de sus
partes mecánicas que entrarían en contacto con el satélite, se
autocalentarían hasta unos 500 grados centígrados durante la fase de
crucero del viaje, a bordo de la nave espacial. Eso mataría cualquier
organismo que hubiera podido quedar tras la esterilización estándar en
la Tierra y además descompondría las moléculas orgánicas complejas que
podrían distorsionar los resultados científicos con indicios falsos de
química afín a la vida.
NCYT
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