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Asteroides

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La amenaza de otro impacto de asteroide como el que cayó en el centro de Rusia este año es mucho más alta de lo que se pensaba hasta ahora.



En esta imagen de octubre de este año, se observa parte del meteorito recuperado del lago Chebarkul.
Así lo sugiere un estudio publicado en la revista científica Nature en el que investigadores constataron que rocas espaciales tan grandes como una casa y de un tamaño similar a la que explotó sobre la localidad de Chelyabinsk, están viajando hacia la atmósfera de la Tierra con una frecuencia sorprendente.

Los científicos dicen que es necesario poner en marcha sistemas de alerta temprana.

El autor principal de la investigación, el profesor Peter Brown, de la Universidad de Western Ontario en Canadá, le dijo al programa de la BBC Science in Action: "Probablemente merezca la pena crear una suerte de sistema que escanee el cielo de una forma casi constante y busque estos objetos antes de que alcancen la Tierra.

"En el caso de Chelyabinsk, una alerta previa de unos días o una semana hubiera sido valiosa", precisó.

El objeto que cayó en la ciudad rusa se hundió en el lago Chebarkul, lo que causó una perforación de seis metros de ancho en el hielo de la superficie.

Científicos afirman que la roca recuperada parece ser el fragmento más grande de un meteorito que se ha encontrado hasta ahora.

Recuperan meteorito que cayó en lago ruso

Bola de fuego

"En el caso de Chelyabinsk, una alerta previa de unos días o una semana hubiera sido valiosa"

Peter Brown, Universidad de Western Ontario, Canadá

Se calcula que el asteroide que explotó sobre Chelyabinsk el pasado 15 de febrero medía cerca de 19 metros de ancho.

Golpeó la atmósfera con una energía que se calcula era equivalente a 500.000 toneladas de TNT, generando una onda sísmica que dio dos vueltas alrededor del globo. Causó daños generalizados e hirió a más de 1.000 personas.

Ahora, los científicos dicen que puede haber más rocas espaciales de este tipo en rumbo de colisión hacia la Tierra.

Un equipo internacional revisó datos de los últimos 20 años recopilados de sensores que utiliza el gobierno de Estados Unidos y sensores de infrasonidos posicionados en todo el globo.

Estos sensores están colocados para detectar la amenaza de armas nucleares, pero también pueden capturar las explosiones causadas por impactos de asteroides.

Los investigadores comprobaron que, durante este tiempo, cerca de 60 asteroides de hasta 20 metros de tamaño se habían estrellado en la atmósfera de la Tierra: muchos más de lo que se pensó previamente.

La mayoría de ellos pasaron inadvertidos porque explotaron sobre el océano o sobre zonas muy remotas.

Brown explicó: "Fuimos capaces de obtener la tasa de incidencia que se podría esperar de eventos como el de Chelyabinsk y de impactos menores. Cuando se compara con las cifras que se reciben de las observaciones con telescopio, nuestros números son varias veces más altos".

Esto sugiere que el riesgo que suponen los asteroides de este tamaño ha sido subestimado hasta ahora.


La entrada de asteroides en la atmósfera es más frecuente de lo que se pensaba.

Más impactos y mayor presencia

El equipo calcula que la tasa de alcance de asteroides de decenas de metros de tamaño oscila entre 2 y 10 veces más de lo que se pensaba hasta ahora.

"Algo como lo de Chelyabinsk se esperaría que ocurriera sólo cada 150 años, según la información de los telescopios. Pero cuando se analizan nuestros datos y se extrapolan, vemos que estos eventos parecen estar ocurriendo cada 30 años o así", dijo Brown.

Un evento como el impacto de Tunguska en 1908, año en que un asteroide aplanó miles de kilómetros cuadrados de bosque en Siberia, probablemente ocurra cada pocos cientos de años en lugar de cada pocos miles de años, añadió.

Brown defendió que se deben hacer más esfuerzos para crear sistemas de alerta temprana.


Muchas personas en Rusia capturaron imágenes del meteoro de Chelyabinsk.

"Hay literalmente millones de objetos en el rango de las decenas de metros de tamaño que sospechamos son asteroides cercanos a la Tierra que pueden aproximarse a nuestro planeta", explicó.

"Sólo hemos descubierto algo más de 1.000 de estos elementos. Hay muchos más por encontrar, pero sería muy caro encontrarlos todos y probablemente no tendría mucho sentido, porque la atmósfera los detiene en muchos casos.

"Lo que sí puede tener sentido es desarrollar sistemas que encuentren objetos unos días o semanas antes de que lleguen… que digan dónde y cuándo impactarán la Tierra. Esto permitiría que se diera algún tipo de alerta a las autoridades de defensa civil".

En otro estudio, también publicado en Nature, los científicos dijeron haber rastreado el asteroide del que se escindió el meteoro de Chelyabinsk.

Creen que es un fragmento de una roca de 2 km de ancho llamada asteroide 86039.

El profesor Jiri Borovicka, de la Academia de Ciencias de la República Checa, dijo que las órbitas eran "llamativamente similares", aunque el equipo no pudo probar "el origen común con certeza absoluta".



El riesgo de meteoritos peligrosos es 10 veces más alto de lo que se creía

 

Una llamada de atención. Así define un equipo de investigadores la explosión causada por el meteorito que el pasado 15 de febrero provocó más de un millar de heridos en Chelyabinsk (Rusia) y que supuso el mayor impacto registrado en la Tierra desde el denominado evento Tunguska (en 1908 la caída de un objeto, del que no se encontraron restos, causó un enorme cráter en una zona despoblada de Siberia).

Según un estudio publicado esta semana en Nature y liderado por investigadores de la Universidad de Western Ontario (Canadá), el número de rocas espaciales con un tamaño parecido al de Chelyabinsk (de unos 19 metros) que suponen una amenaza para la Tierra podría ser diez veces mayor de lo que pensaba hasta ahora.

Peter Brown y sus colegas han calculado asimismo la cantidad total de energía liberada por la explosión del meteorito, que fue capaz de romper miles de cristales de ventanas y puertas. Su impacto, comparan, fue equivalente a una explosión de 500 kilotones (se calcula que la potencia destructiva de la bomba atómica lanzada en Hiroshima en 1945 fue de 15 kilotones).

Se trata de una de las tres investigaciones sobre el meteorito ruso que esta semana coinciden en las páginas de Nature y Science, consideradas las dos revistas científicas más prestigiosas. Y es que, a diferencia de lo que ocurrió en Tunguska, la roca de Chelyabinsk cayó cerca de una zona densamente poblada y en pleno siglo XXI, por lo que los numerosos vídeos grabados por cámaras de vigilancia y teléfonos móviles de ciudadanos, junto con los abundantes fragmentos de roca recogidos por la zona, están permitiendo reconstruir con detalle lo que ocurrió aquel día e investigar de dónde procedió este meteorito.

Detectar asteroides de pequeño tamaño

Numerosos equipos de investigación en todo el mundo están estudiando este episodio y las probabilidades de que un objeto de estas características vuelva a caer sobre la Tierra. Y es que, aunque los científicos monitorizan y tienen más o menos vigilados a los asteroides de gran tamaño que podrían suponer una amenaza en el futuro, los de menor tamaño son muy difíciles de detectar con antelación. Como ocurrió en febrero.

"Si la Humanidad no quiere acabar como los dinosaurios, tenemos que estudiar este tipo de sucesos con detalle", advierte rotundo Qing-Zhu Yin, profesor del Departamento de Ciencias Planetarias y de la Tierra de la Universidad de California, y coautor del estudio publicado esta semana en la revista Science.

Confirmando lo que habían revelado anteriores investigadores, este equipo de científicos afirma que la roca es una condrita ordinaria, un tipo muy común: "Si un meteorito impacta de forma catastrófica en la Tierra, lo más probable es que se trate de un objeto de este tipo", sostiene Qing-Zhu Yin.

Tras la explosión, los autores de este estudio, liderados por Olga Popova, de la Academia de Ciencia Rusas, visitaron medio centenar de localidades de los alrededores para evaluar el impacto. Según comprobaron, la onda expansiva causó daños en zonas situadas hasta 90 kilómetros de distancia.


Simulación de la roca entrando en la atmósfera.

NATURE
Estudio de su trayectoria

Basándose en las imágenes grabadas por las cámaras de vídeo desde diferentes ángulos, el equipo liderado por Popova calcula que el asteroide entró en la atmósfera terrestre a una velocidad de 19 kilómetros por segundo, ligeramente más rápido de lo que se había estimado previamente.

El impacto lo causó un trozo de roca de unos 20 metros de diámetro que se fragmentó cuando se encontraba a 30 kilómetros de altura. Fue en ese momento cuando hizo explosión y alcanzó su pico máximo de brillo (se percibió como 30 veces más brillante que el Sol y causó quemaduras graves en algunas personas).

Fragmentos recuperados
Tras la explosión, tres cuartas partes de la roca se evaporaron. La mayor parte de lo que quedó se convirtió en polvo y sólo una pequeña cantidad (entre 4.000 y 6.000 kilogramos, es decir, el equivalente al 0,05% de la roca que entró en la atmósfera) cayó al suelo como meteorito.

El mayor fragmento de roca recuperado hasta ahora pesa 650 kilogramos y fue sacado del fondo del lago helado Chebarkul el pasado mes de octubre. Antes se habían recogido numerosos trozos de pequeño tamaño que han sido analizados por otros investigadores. Sin embargo, se cree que muchos cayeron en manos de los cazameteoritos, pues la compraventa de estos restos de roca supone un lucrativo negocio.


Detalle de un fragmento del meteorito de Chelyabinsk.

SCIENCE

Por lo que respecta a su antigüedad, proponen que esta condrita tiene 4.452 millones de años. Mientras que, básicamente, los diferentes equipos de investigadores que estudian el meteorito ruso están de acuerdo sobre las características de la roca, la trayectoria que siguió y la altura a la que hizo explosión, existen diferentes teorías sobre la procedencia del objeto, como ha quedado de manifiesto en los artículos publicados en los últimos meses.

Por ejemplo, los autores de uno de los estudios publicados esta semana en Nature afirman que la órbita de Chelyabinsk es parecida a la de otro asteroide que ha orbitado cerca de la Tierra (el denominado 86039 (1999 NC43), y sugieren que los dos probablemente fueron parte del mismo objeto celeste.

En lo que todos coinciden es en la necesidad de seguir estudiando estos objetos e implantar sistemas de alerta temprana para ser capaces de detectarlos con antelación y evitar sorpresas como la de febrero.

Según advierte Qing-Zhu Yin, los eventos como el de Tunguska o Chelyabinsk ocurren con más frecuencia de la que pensamos, aunque no siempre hayan sido detectados cuando se producen (la mayoría de la superficie terrestre está cubierta por agua). Por ejemplo, recuerda, cuatro toneladas de material fueron recuperadas de una lluvia de meteoros en Jilin, China, en 1976.

En la actualidad hay varios proyectos para desarrollar telescopios o utilizar equipos ya existentes para detectar de forma temprana estos objetos, como el Large Synoptic Survey Telescope que coordinan desde la Universidad de California.

Asimismo, José Luis Galache, científico del Minor Planet Center, un centro desde el que monitorizan los asteroides que pueden suponer un peligro para la Tierra y coordinan los nuevos objetos descubiertos, explica que recientemente la NASA financian un proyecto de la Universidad de Hawai llamado ATLAS con el objetivo de descubrir asteroides rumbo a la Tierra antes de que lleguen a impactar: "Harán uso de uno dos telescopios pequeños que cubrirán todo el cielo (el visible desde Hawai) dos veces por noche. Para objetos del tamaño de Tunguska, ATLAS dará una alerta de aproximadamente una semana, pero para los de tamaño de Chelyabinsk, escasas 24 horas", explica. Aunque sería un margen pequeño, el investigador cree que podría ser tiempo suficiente para alertar a la población del peligro y pedirles que se resguardaran en lugar seguro y alejado de ventanas.

 

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