El estudio ofrece pistas sobre cómo evolucionará el de la Tierra cuando se enfríe su núcleo
La Tierra, como es el caso de Mercurio, Saturno y Júpiter, crea campos magnéticos gracias a la diferencia de temperatura entre el núcleo interno y el manto. A ese magnetismo le debemos la orientación de las brújulas y la protección de las tormentas solares, cuyo resultado son las auroras boreales. Pero no todos los cuerpos del Sistema Solar son iguales, aunque se formaran de la misma nebulosa. Marte, Venus y la Luna no generan campos magnéticos, pero los meteoritos prevenientes de ellos indican que hace miles de millones de años sí lo hacían. Ese es también el caso de los asteroides.
Ahora, un estudio internacional en el que ha participado el Instituto de Ciencia de Materiales de Aragón, (centro mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad de Zaragoza) y el Centro Universitario de la Defensa, ha logrado reconstruir la historia del campo magnético de un asteroide de unos 4.500 millones de años de antigüedad.
El avance, publicado en la revista Nature, ha sido posible gracias al análisis de las nanopartículas de tetrataenita contenidas en un meteorito. Se trata de un material muy estable, solo presente en meteoritos, que retiene la señal magnética del asteroide al que perteneció y permite capturar el momento en el cual se apagó su campo magnético.
Los resultados cambian la perspectiva actual sobre la generación de campos magnéticos en la época más temprana del Sistema Solar y ofrecen pistas sobre cómo evolucionará el campo magnético de la Tierra según se vaya enfriando su núcleo.
Ahora, un estudio internacional en el que ha participado el Instituto de Ciencia de Materiales de Aragón, (centro mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad de Zaragoza) y el Centro Universitario de la Defensa, ha logrado reconstruir la historia del campo magnético de un asteroide de unos 4.500 millones de años de antigüedad.
El avance, publicado en la revista Nature, ha sido posible gracias al análisis de las nanopartículas de tetrataenita contenidas en un meteorito. Se trata de un material muy estable, solo presente en meteoritos, que retiene la señal magnética del asteroide al que perteneció y permite capturar el momento en el cual se apagó su campo magnético.
Los resultados cambian la perspectiva actual sobre la generación de campos magnéticos en la época más temprana del Sistema Solar y ofrecen pistas sobre cómo evolucionará el campo magnético de la Tierra según se vaya enfriando su núcleo.
Una señal del pasado
«Durante los primeros cientos de millones de años desde su formación, los asteroides también eran capaces de generar campos magnéticos gracias a que estaban formados por un manto sólido rocoso y un núcleo metálico líquido», explica Julia Herrero Albillos, investigadora del Centro Universitario de la Defensa de Zaragoza y el Instituto de Ciencia de Materiales de Aragón. «Según se va enfriando y solidificando el núcleo, el asteroide deja de generar campos magnéticos, pero la señal creada en una determinada época queda registrada en los materiales magnéticos del asteroide que durante ese tiempo tenían la temperatura adecuada, es decir, su temperatura de ordenamiento magnético», añade.
Hasta ahora, la única forma de leer las señales magnéticas de los meteoritos que llegan a la Tierra tras la colisión de asteroides era el estudio de las zonas magnéticas de tamaño micrométrico, que presentan señales muy claras pero que pueden sufrir muchas modificaciones durante el viaje hasta nuestro planeta. La novedad de este trabajo, según explica el CSIC en un comunicado, radica en el análisis de otras zonas magnéticas, las regiones nanométricas de tetranenita presentes en un grupo de meteoritos llamados palasitos.
Para poder obtener información de estas nanopartículas se ha utilizado un potentísimo microscopio electrónico que usa rayos X como fuente de luz, situado en el laboratorio de sincrotrón de Berlín. «Los resultados demuestran que, durante un largo periodo de la historia del asteroide, el mecanismo para generar campos magnéticos no era el movimiento del metal líquido del núcleo, sino la migración de algunos elementos ligeros desde el interior del cuerpo hacia el exterior durante el proceso de solidificación del núcleo. Este mecanismo habría permitido la creación de campos magnéticos intensos durante un largo periodo de tiempo en nuestro joven Sistema Solar», concluye la investigadora.
ABC
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