Dado que los gigantes gaseosos están hechos de gas, es muy fácil que se formen tormentas gigantescas en torno a ellos. Saturno y Júpiter siempre están cubiertos de monstruosas tormentas que azotan todo a su paso. No provocan ningún daño porque no hay nada para dañar, pero sí que nos ofrecen unas impresionantes vistas.
Una de las mayores tormentas que han visto los astrónomos en Saturno hasta la fecha ha tenido un destino bastante curioso. El torbellino de la tormenta era tan grande y rápido que al final se devoró a sí mismo.
Cuando se encontró con su cola perdió toda su energía y al final se desvaneció. Los científicos no están demasiado seguros sobre lo ocurrido, pero hay muchas cosas que no conocemos sobre la atmósfera de los gigantes gaseosos como Saturno.
Mientras seguía activa, la tormenta ofreció un verdadero espectáculo. En su punto culminante medía 300.000 kilómetros, tres cuartas partes de la distancia que hay desde la Tierra a la Luna, y llegó a rodear Saturno.
La tormenta duró 267 días desde el principio hasta el final. La cabeza de la tormenta, que registraba la actividad más violenta, duró 201 días y fue responsable del mayor torbellino jamás observado en Saturno, de 12.000 kilómetros.
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