En el centro de nuestra galaxia, en las cercanías de su agujero negro
supermasivo, se encuentra una zona sacudida por intensas fuerzas
gravitacionales e inundada por una fuerte radiación de luz ultravioleta y
rayos X. Según los astrónomos, estas condiciones tan adversas deberían
impedir la formación estelar, sobre todo en estrellas de baja masa como
nuestro Sol. No obstante, el Atacama Large Millimeter/submillimeter
Array (ALMA) realizó nuevas observaciones que indican lo contrario.
Representación artística de un sistema
solar recién formado, la joven estrella extrae material de su entorno y
lo inyecta en un disco giratorio (derecha), en un proceso que genera
chorros de material (izquierda) que fluyen hacia fuera. Créditos:
Bill/ALMA)
En efecto, ALMA detectó señales de 11 estrellas de baja masa que se
están formándose peligrosamente cerca —a 3 años luz— de nuestro agujero
negro supermasivo, conocido por los astrónomos como Sagitario A* (Sgr
A*). A esa distancia, las fuerzas gravitacionales del agujero negro
supermasivo son lo suficientemente intensas como para desintegrar
cualquier nube incubadora que se le acerque demasiado.
La presencia de estas nuevas protoestrellas (la etapa en que una
densa nube de gas empieza a convertirse en una joven y brillante
estrella) indica que incluso en las áreas más turbulentas de nuestra
galaxia, y quizás en otros lugares similares del Universo, se pueden dar
las condiciones necesarias para el nacimiento de estrellas poco
masivas.
“Contra todo pronóstico, obtuvimos las mejores pruebas hasta ahora de
que hay estrellas poco masivas formándose extraordinariamente cerca del
agujero negro supermasivo que habita el centro de la Vía Láctea”,
afirma Farhad Yusef-Zadeh, astrónomo de la Northwestern University, en
Evanston (Illinois, EE. UU.), y autor principal del artículo. “Este es
un resultado francamente sorprendente, que demuestra cuán resistente
puede ser el proceso de formación estelar, incluso en los lugares más
inverosímiles”.
Los datos de ALMA también sugieren que estas protoestrellas tienen
unos 6.000 años de edad. “Esto es importante porque son las estrellas en
formación más jóvenes que hemos encontrado en este entorno sumamente
hostil”, agrega Yusef-Zadeh.
Los investigadores identificaron estas protoestrellas gracias al
“doble lóbulo” de gas que las rodea y les confiere la forma de reloj de
arena cósmico que caracteriza a las primeras etapas de formación
estelar. En estos lóbulos, las moléculas como el monóxido de carbono
(CO) emiten un intenso brillo con longitudes de onda milimétricas, que
ALMA puede observar con extraordinaria sensibilidad y precisión.
Las protoestrellas surgen en nubes interestelares de polvo y gas,
donde se forman densos bolsos de material que colapsan por efecto de su
propia gravedad y crecen acumulando material estelar proveniente de su
nube madre. Sin embargo, parte de este material que fluye hacia la
incipiente estrella nunca llega hasta su superficie, y en cambio es
eyectado en chorros de alta velocidad que salen de los polos sur y norte
de la protoestrella. Ahora bien, los ambientes extremadamente
turbulentos pueden interrumpir el flujo natural de material hacia la
protoestrella, mientras la intensa radiación proveniente de estrellas
masivas cercanas y agujeros negros supermasivos, a su vez, puede
desintegrar la nube madre y, de esa forma, impedir que la mayoría de las
estrellas en formación sigan desarrollándose, a excepción de las más
masivas.
El centro de la Vía Láctea, donde se encuentra un agujero negro de 4
millones de masas solares, se encuentra a cerca de 26.000 años luz de la
Tierra, en dirección de la constelación de Sagitario. Es una zona densa
y dinámica, llena de polvo interestelar que la esconde a la vista de
los telescopios ópticos. Las ondas de radio, incluida la luz milimétrica
y submilimétrica que ALMA detecta, son capaces de penetrar este polvo, y
por eso permiten a los radioastrónomos entender mejor el contenido y
las dinámicas de este lugar inhóspito.
En observaciones hechas anteriormente con ALMA, Yusef-Zadeh y su equipo habían revelado la presencia de varias estrellas masivas jóvenes –de unos 6 millones de años– alrededor de Sgr A*. Estos objetos, conocidos como proplyds, o discos protoplanetarios, son comunes en incubadoras de estrellas más apacibles, como la nebulosa de Orión. Aunque el centro de una galaxia puede ser un lugar complicado para que se formen estrellas, es posible que, al haber un núcleo particularmente denso de gas de hidrógeno, alcancen a darse las condiciones necesarias para que nazcan nuevas estrellas pese a las condiciones extremas del entorno.
Sin embargo, las nuevas observaciones de ALMA revelaron algo aún más
sorprendente: las señales de 11 protoestrellas de baja masa que están
formándose a 1 pársec (tan solo 3 años luz) del agujero negro situado en
el centro de la galaxia. Yusef-Zadeh y su equipo usaron ALMA para
confirmar que las masas y los coeficientes de transferencia de impulso
(la capacidad de los chorros de las protoestrellas para avanzar en medio
del material interestelar) coinciden con los de las jóvenes
protoestrellas presentes en el disco de nuestra galaxia.
“Este hallazgo aporta pruebas de que hay estrellas formándose dentro de nubes extremadamente cercanas a Sgr A*”, afirma Al Wootten, del Observatorio Radioastronómico Nacional de Estados Unidos, quien también firma el artículo. “Aunque las condiciones allí distan de ser ideales, se nos ocurren varias formas en las que estas estrellas pueden surgir”.
Para ello, las fuerzas exteriores tendrían que comprimir las nubes de
gas cercanas al centro de nuestra galaxia para que estas resistan a su
entorno inhóspito y la fuerza de gravedad sea suficiente para formar
estrellas. Los astrónomos calculan que las nubes de gas que se desplazan
a alta velocidad por la región podrían contribuir al proceso de
formación estelar al comprimirse mientras avanzan por el medio
interestelar. También es posible que los chorros del agujero negro
atraviesen las nubes de gas circundantes, compriman el material y
provoquen este brote de formación estelar.
“La presencia de tantas aglomeraciones densas indica que podría haber brotes de formación estelar en las cercanías de agujeros negros supermasivos dentro de otras galaxias”, concluye Yusef-Zadeh. “Con observaciones ulteriores se podrá echar nuevas luces sobre este proceso para entender mejor cómo se produce y determinar dónde más podríamos buscar estrellas jóvenes”.
OBSERVATORIO ALMA/DICYT
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