“Y sucedió que íbamos por parte donde están las siete cabrillas, y en Dios y en mi ánima que como yo en mi niñez fui en mi tierra cabrerizo, que así como las vi, me dio una gana de entretenerme con ellas un rato, que si no la cumpliera me parece que reventara”- Capítulo XLI de la Segunda Parte del Don Quijote de la Mancha en el que Sancho describe las Pléyades, durante su viaje imaginario por el firmamento con Don Quijote a lomos de Clavileño.
Las estrellas no nacen solas, sino en familias de cientos, miles o millones de miembros, a partir de una colosal nube de gas y polvo en la que se van formando grumos de materia que terminarán dando lugar a cuerpos de todos los tamaños, desde estrellas gigantes, decenas de veces mayores que el Sol, a pequeños asteroides o diminutos grumos de polvo, pasando por todo tipo de exoplanetas.
Estas agrupaciones son una pista fundamental para entender el Universo, ya que las estrellas de un cúmulo estelar tendrán una misma composición química, una misma edad y una localización muy similar entre todas ellas, siendo laboratorios excepcionales para confirmar teorías de evolución estelar, determinar distancias en el Cosmos y definir con gran precisión muchas otras propiedades físicas.
Las estrellas son esferas de materia (plasma) en equilibrio entre dos fuerzas opuestas: la gravitatoria (que trata de contraerla) y la energía de fusión nuclear (que trata de expandirla). A lo largo de su vida, las estrellas fusionan átomos ligeros (como el hidrógeno) en otros más pesados (helio, carbono, nitrógeno, oxígeno), produciendo una gran cantidad de energía con altas temperaturas que les permite brillar. Pero las estrellas más grandes consumen su combustible a un ritmo mucho mayor que las pequeñas, por lo que mueren antes. De esta forma, determinar la masa de la estrella más grande que aún vive en un cúmulo estelar nos permite datar su edad.
Las Pléyades son una de las agrupaciones estelares o asterismos más cercanos y fácilmente identificables en el cielo, localizado en la constelación del Toro. También se las conoce como “las siete cabrillas” o las Siete Hermanas (M45), debido a que son las siete hijas de Atlas y Pléyone, convertidas por Zeus en palomas y luego en estrellas para escapar del constante acoso de Orión según la mitología griega. Aunque este cúmulo posee más de un millar de estrellas de todos los tamaños, tan solo podemos identificar entre siete y nueve estrellas a simple vista, dependiendo de la sensibilidad visual de cada observador y de la contaminación lumínica del cielo. Las Pléyades son unas ocho veces mayores que el Sol y su brillo es unas mil veces superior al de nuestra estrella. Sin embargo, utilizando telescopios podemos observar estrellas mucho más débiles, debido a su cercanía (unos 440 años luz de distancia), e incluso objetos al límite entre lo que es una estrella muy pequeña y un planeta gigante. En 1995, se confirmó por primera vez desde el Observatorio del Teide (Izaña, Tenerife) la existencia de una estrella enana marrón en este cúmulo estelar, a la que se llamó Teide-1 en reconocimiento al lugar donde fue descubierta. Hoy en día creemos que un 25% de las estrellas existentes pueden compartir estas características, aunque solo representarían un 2% de la masa total de las estrellas.
La masa de las mayores estrellas presentes en el cúmulo estelar M45 indican una relativa edad joven, de unos 120 millones de años. Cuando la tripliquen, las estrellas del cúmulo habrán abandonado el nido que les vio nacer, pasando a mezclarse en el anonimato que ofrecen las cien mil millones de estrellas que componen nuestra galaxia, la Vía Láctea.
IAC
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