- Investigadores de la NASA ya saben cómo se producirá al detalle la titánica colisión entre la Vía Láctea, nuestra galaxia, y su vecina más cercana, Andrómeda
Investigadores de la NASA ya saben cómo se producirá al detalle la titánica colisión entre la Vía Láctea, nuestra galaxia, y su vecina más cercana, Andrómeda. Será dentro de 4000 millones de años y cambiará para siempre nuestro cielo -si hay alguien aún por aquí para mirarlo-, nuestro Sol y su sistema de planetas. Los astrónomos saben desde hace ya mucho que la Vía Láctea y su vecina Andrómeda se atraen y acercan la una a la otra en una especie de danza cósmica, pero nadie podía asegurar hasta hoy si acabarían chocando. Gracias a datos muy precisos sobre el movimiento de Andrómeda, obtenidos con el telescopio espacial Hubble, las dos galaxias están en ruta directa de colisión y su choque es, confirmadamente, inevitable. ¿Qué pasará entonces? Ambas se fusionarán en una nueva y gigantesca galaxia elíptica. Roeland Van Der Marel, del Instituto de Ciencias del Telescopio Espacial, en Baltimore, detalla que se tratará de una «colisión frontal».
La Vía Láctea, nuestro hogar en el universo, tiene un diámetro de unos cien mil años luz (más o menos un trillón de kilómetros) y contiene entre 200.000 y 400.000 millones de estrellas. Nuestro Sol es solo una de ellas. Pues Andrómeda es probablemente dos veces más grande y contiene cerca de un billón de estrellas, el doble que la Vía Láctea. Ambas son, de hecho, las dos más grandes de las 30 que conforman el grupo local de galaxias. Al chocar, miles de estrellas saldrán despedidas en todas direcciones: un inmenso avispero que tardará otro par de miles de millones de años en calmarse. Sorprendentemente, el Sol y la Tierra (si aún existe) sobrevivirían gracias a una simple «patada gravitatoria», que los colocará en una posición imposible de determinar, pero que nada tendría que ver con la que hoy ocupan.
Macrocolisión estelar
Dentro de 7.000 millones de años: La fusión de ambas galaxias forma una nueva gigantesca elíptica cuyo núcleo brillante domina el cielo nocturno. Dotada de mucho menos polvo y gas, ya no forma estrellas y no aparecen nebulosas.
ABC.es
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